miércoles, 28 de febrero de 2018

Alicia Banderas: “Si sobreestimulamos a los niños, cancelamos su creatividad”

¿Qué tiene peores consecuencias, la falta de estimulación o la sobreestimulación de los niños?

Cada una de ellas puede generar unas consecuencias negativas en la vida de los niños y niñas y de las familias. Sabemos por investigaciones, por ejemplo en niños que han permanecido aislados y faltos de estimulación, que han presentado déficits en habilidades cognitivas, emocionales y han tenido problemas de conducta. Pero la sobreestimulación también conlleva sus riesgos. Se trata de exponer a los niños a estímulos de manera excesiva y/o precoz como por ejemplo a tareas demasiado complejas antes de que su cerebro esté preparado, lo cual puede producir deficiencias en su capacidad de aprender, o se les apunta permanentemente a actividades extraescolares que muchas veces ni si quiera desean o han elegido. Esto conlleva bloqueo, estrés y desmotivación.
“Los niños necesitan juego libre, donde sean los protagonistas activos de sus propias creaciones. Los que descubren, deciden o cambian su forma de juego”.

¿Cuándo comienza la sobreestimulación de los hijos?

Antes incluso de que el que bebé nazca. Un gesto como escuchar música durante el embarazo, con el único objetivo de que tu hijo desarrolle la inteligencia matemática, como reflejan algunas investigaciones (que en algunos casos se ponen en duda), es una buena prueba de todo lo que hacemos las madres para desarrollar al máximo el potencial del bebé.
Vivimos posiblemente ante una generación que dispone del acceso a la mayor información jamás imaginada y posiblemente la que más estimulación recibe.
Tenemos un gran acceso al conocimiento y vivimos un desarrollo tecnológico tan intenso como desconocido es su impacto. Esto hace que vivamos en un mundo frenético y cada vez más autoexigente por la presión social. Un mundo que, por cierto, construimos nosotros, y al que también sometemos a nuestros hijos en un afán desmesurado por sobreestimular a los niños para que sean más “brillantes”, llenándoles de actividades o enseñándoles conocimientos de una manera demasiado estructurada.
La excesiva estimulación o la estimulación precoz a la que sometemos actualmente a los niños, exponiéndoles tanto a un sinfín de actividades excesivamente guiadas y planificadas como apuntándoles a clases extraescolares, son solo algunas actividades que están dentro de las “agendas de ejecutivos” que ya poseen niños que ni si quiera han cumplido los 2 años, sin apenas, en muchos casos, disponer de un tiempo de juego libre para disfrutar y aprender jugando y solos.

El lobo. ¡Qué miedo!

El juego del lobo es un juego muy típico entre los niños. Unos hacen de lobo yotros escapan. Los psicomotricistas que nos hemos formado en Práctica Psicomotriz Aucouturier sabemos que éste no es un juego más, sino que tiene una especial importancia que intentaremos analizar en este artículo.
lobo

El juego del lobo es un juego infantil típico que empieza a aparecer entre los dos y tres años y que, tal y como dice Bernard Aucouturier, tiene su momento estrella entre los 3 y 4 años. ¿Quién no ha visto en el parque o el patio de un colegio jugar a los niños a este juego? Uno hace de lobo, otros se escapan. De los que escapan, unos buscan refugio, otros no necesitan refugio y provocan, y otros no aguantan la emoción y buscan una excusa para que nos les pillen: “no vale, me estaba colocando el zapato”. Lo juegan de maneras diferentes y si la cosa va bien van cambiando de roles y lo que es innegable es el gran placer y la emoción que encierra este juego.
Habitualmente no se va más allá, y nos centramos simplemente en ver cómo los niños disfrutan de este juego. Los psicomotricistas que nos hemos formado en Práctica Psicomotriz Aucouturier sabemos que éste no es un juego más, que tiene una especial importancia. 

martes, 27 de febrero de 2018

Las 15 necesidades de tu hijo que debes atender para que tenga una buena salud mental


Mostrar cariño, establecer límites claros o sintonizar en el plano emocional son aspectos fundamentales


Las 15 necesidades de tu hijo que debes atender para que tenga una buena salud mental

El ser humano tiene la enorme facilidad de convertir deseos (lo que quiero) en necesidades (lo que necesito). No es nada infrecuente escuchar comentarios del tipo “necesito casarme para ser feliz”, “es imprescindible para mí poder hacer un viaje a India” o “sin mi café de la mañana no soy nadie”. Aunque nos cueste creerlo, todo esto son cosas de las que disfrutamos pero que no son necesarias para la supervivencia del ser humano. Es por ello por lo que es importante que entendamos la diferencia que existe entre necesidades y deseos.

Podemos decir que las necesidades son básicas para la supervivencia de cualquier ser humano. Las necesidades se ubican en la base de la famosa pirámide que describió Abraham Maslow, donde encontramos, además de las necesidades fisiológicas como la alimentación, la hidratación y el descanso, las necesidades emocionales o afectivas. De este tipo de necesidades hablaremos con detenimiento más adelante. Por otro lado, los deseos no son necesarios para nuestra supervivencia. Pueden ser cosas que ansiamos o nos motivan, pero su no consecución no pone en riesgo nuestra vida. Veamos un ejemplo. Yo puedo desear fervientemente que me toque la lotería. Es más, puedo fantasear o imaginar qué haría con ese dinero. Pero el hecho de que no me toque la lotería no implica que mi supervivencia esté en riesgo.

En cambio, las necesidades que vamos a detallar a continuación sí que son imprescindibles para una buena salud mental de nuestros hijos. A continuación, vamos a enumerar las 15 necesidades emocionales o afectivas de todo niño o adolescente (también podemos incluir a los adultos, por supuesto). Cuantas más acciones llevéis a cabo con vuestros hijos para satisfacerlas en el día a día, mejor:
No basta con pensar que queremos a nuestro hijo, sino que debemos decírselo y actuar en consecuencia
1) Explicitarles nuestro cariño. Todos los días debemos decirles a nuestros hijos lo mucho que les queremos, lo mucho que les echamos de menos en el trabajo y lo orgullosos que nos sentimos de cómo son. Esto es fundamental para una buena autoestima. No basta con pensarlo, sino que debemos decírselo y actuar en consecuencia. Si hoy no le has dicho a tu hijo que le quieres, intenta que sea lo primero que le digas en cuanto lo veas.
2) Enseñarles a regular sus emociones. ¿Cómo llegó una persona a convertirse en un gran cirujano y a desempañar tan bien su profesión? La clave está en tener un gran maestro y en dedicarle muchas horas. Lo mismo pasa con la regulación emocional. Los niños necesitan que sus padres les enseñen a identificar y gestionar sus emociones. A partir de ahí todo se va mejorando en función de la experiencia. El problema está cuando los padres no saben regular sus propias emociones. Si ellos no saben, cómo les van a enseñar a sus hijos. Difícilmente. Por ello, si tienes alguna dificultad para gestionar tus propias emociones, busca ayuda antes de enseñarle a tu hijo. Si queremos que nuestros hijos en un futuro sean capaces de autorregular sus emociones, es imprescindible que ahora que son pequeños les heterorregulemos sus emociones, es decir, que aprendan a regular sus emociones con nuestra ayuda.
3) Tiempo de calidad y de cantidad. La idea de que los niños necesitan tiempo de calidad con sus padres sin importar la cantidad es completamente falsa. En mi opinión es una idea que se ha creado para que aquellos padres que trabajan muchas horas y dedican, consecuentemente, poco tiempo a sus hijos no se sientan muy mal por ello. Por eso completamente falsa. Los niños necesitan mucho tiempo compartido con sus padres (cantidad) y con máxima dedicación (calidad). No es estar solamente en la misma habitación o lugar que ellos, sino con dedicación exclusiva (juegos, tareas compartidas, deberes escolares, aficiones, etcétera).
La idea de que los niños necesitan tiempo de calidad con sus padres sin importar la cantidad es falsa
4) Ofrecerles contextos de seguridad y protección. Este es el primer pilar si queremos fomentar un apego seguro en nuestros hijos. Un niño no se puede sentir seguro si nunca ha sido protegido. La seguridad es el contexto a partir del cual vendrán las siguientes características del apego seguro. Proteger a nuestros hijos cuando sientan miedo, temor, rabia o tristeza es nuestra función. Si en alguna ocasión no lo hiciste, te recomiendo que a partir de ahora ayudes y calmes a tu hijo siempre que experimente alguna emoción desagradable y que no sepa gestionar por sí solo.
5) Sintonía emocional. Es imprescindible que estemos en sintonía emocional con nuestros hijos, es decir, que atendamos, legitimemos y conectemos con las emociones que están experimentando. Así, por ejemplo, un padre estará en sintonía emocional con su hijo cuando, ante una situación concreta, este le muestre su miedo o rabia, y el padre comprenda y atienda lo que le pasa a su hijo. Consiste en estar receptivo ante las necesidades del niño. Es como conectar vía wifi nuestro hemisferio derecho, que es el emocional, con su hemisferio derecho. Si no lo has hecho en un número importante de veces, trata de hacerlo, pues no conectar con sus emociones y afectos tiene repercusiones negativas.
6) Responsividad. La responsividad es la parte que sigue a la conexión emocional. Para poder ser responsivo, que no responsable, he tenido que conectar emocionalmente con mi hijo, si no será imposible. La responsividad consiste en darle al niño lo que necesita. No consiste en acceder a sus caprichos, sino en acceder y cubrir sus necesidades. Como decíamos al principio, las necesidades no se negocian puesto que son imprescindibles para la supervivencia. La madre o padre que es responsivo es aquel que da al menor aquello que realmente necesita. Si ante un conflicto de nuestro hijo con un amigo, este se muestra preocupado y nosotros le decimos que no le dé más vueltas y que se ponga a hacer los deberes que es lo importante, no estamos siendo responsivos porque no estamos atendiendo su necesidad. ¿Habitualmente solemos ser responsivos con nuestros hijos? Dedícale unos segundos a pensar sobre ello.
7) Asumir el rol que nos corresponde como padres. Los padres no somos amigos de nuestros hijos. Tampoco somos sus criados, aunque a veces lo pueda parecer. Somos sus padres, y debemos asumir el papel que esto implica. ¿Realmente estamos ejerciendo de padres o a veces nos comportamos como colegas de nuestros hijos?
Los niños necesitan una estimulación suficiente y adecuada. Pasado ese mínimo de estimulación, no se consiguen mayores aprendizajes
8) Establecer unos límites claros.Una de las obligaciones que tenemos los padres es implantar una serie de normas y límites en el contexto familiar. Nuestros hijos necesitan las normas. Es algo tan necesario como sano. ¿Os imagináis una ciudad sin semáforos y sin señales de tráfico?¿Verdad que sería un verdadero caos? Lo mismo pasa con los niños. Necesitan saber hasta dónde pueden llegar y cuál es su perímetro de seguridad. Cuando establecemos unos límites y se los explicitamos a nuestros hijos les estamos diciendo “te quiero”. Te pongo límites porque te quiero y me importas. ¿Habéis reflexionado sobre la cantidad de límites que hay en vuestra familia? ¿Son muchos, pocos o inexistentes? Es recomendable pensar sobre ello.
9) Respetar, aceptar y valorar. Cuando respetamos, aceptamos a nuestros hijos como son y los valoramos positivamente, los estamos mirando incondicionalmente. Demostramos que nuestro amor hacia ellos es incondicional, es decir, no depende de nada. Los queremos por quienes son y no por lo que hacen o dejan de hacer. ¿Estamos mirando incondicionalmente a nuestros hijos o nuestro amor hacia ellos depende de algo (resultados académicos, comportamiento, actitud, etcétera)?
10) Estimulación suficiente y adecuada. Hace algunos años, se puso de moda la hiperestimulación en nuestros menores. A los niños los llevábamos de un sitio a otro para “exprimirlos” al máximo cognitivamente hablando. Teníamos que aprovechar el tiempo y la plasticidad cerebral antes de que se cerrasen esas ventanas. Hoy en día sabemos que los niños necesitan una estimulación suficiente y adecuada. Pasado ese mínimo de estimulación, no se consiguen mayores aprendizajes, sino todo lo contrario: exigencias, estrés e hiperestimulación. El eslogan que dice cuanto antes y más estimulemos a nuestros hijos, mejor es falso. ¿Debemos los padres replantearnos cómo enfocamos, por ejemplo, las actividades extraescolares de nuestros hijos? Seguramente sí.
11) Favorecer su autonomía. Decíamos antes que la primera característica del ...
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HITZALDIA: NAHASTUTAKO HAURRAK... HELDUEN NAHASMENA





HITZALDIA

NAHASTUTAKO HAURRAK... HELDUEN NAHASMENA

 

Noiz: MARTXOAren 13an. 

Ordua: 18:00etan. 

Nork:  ALVARO BEÑARAN psikomotrizista eta terapeutak hitzaldia eskainiko du 

Non: Bilboko AZKUE fundazioan. 

Antolatzailea: Bizkaiko Hik Hasik antolatuta. 

Hitzaldia DOAN eskainiko da..


Parte hartu nahi duenak izena eman behar du.


 Plaza mugatuak dira, bete arte onartuko dira.







sábado, 10 de febrero de 2018

Pikler and Neuroscience



Argitaratze-data: 2018 ots.
The developing brain thrives when an infant is nurtured in a predictable, loving relationship. This short clip explores how the Pikler approach creates caring human connections that foster the child's well being and provide a strong foundation for developing brain connections. Presenters: Gabrielle Anwar, Enid Elliot PhD, Kenn Jaffe, JD, Natasha Khazanov PhD, Peter L. Mangione PhD, Elsa Chahin Description: This video is a short summary of our 2017 Conference, “Where Pikler meets Neuroscience”. Attendees were provided the rare opportunity to hear from a broad panel of experts how new information, from the field of neuroscience, supports over 7 decades of research and documentation developed by world-renowned Hungarian pediatrician, Dr. Emmi Pikler and her colleagues. This important work continues to this day at the Emmi Pikler House in Budapest. The findings in neuroscience reach across disciplines and influence diverse practices for supporting optimal brain development in infants and young children through their day-to-day relationships and play experiences. We invite you to join us as we explore how adult’s daily interactions, when implemented with respect and the child’s cooperation, play a key role in the child’s well-being and development. Bridging neuroscience with best practices in the care relationships with infants and toddlers is a focus of this conference.

jueves, 8 de febrero de 2018

Como influye el apego en la capacidad para aprender y la salud mental infantil



Cuando nuestra cultura pone todo el énfasis en presionar a los bebés desde pequeños para que aprendan cosas según nuestro calendario adulto, y el Estado apuesta por la institucionalización infantil temprana en lugar de prolongar la baja maternal, merece la pena saber qué dice la psicología infantil acerca de las verdaderas necesidades de los bebés y niños pequeños, y de donde proviene su capacidad para desarrollarse y aprender.
Este texto es un extracto del artículo:
Las interacciones actuales tempranas y sus destinos, de la Dra. Eulalia Torras de Bea
La figura de apego provee, en los primeros años, la seguridad básica esencial para poder explorar (Ainsworth y col., 1978) y es en esta capacidad que se basa la capacidad de aprenderCuando se aleja la persona central en el apego del bebé, éste inhibe su tendencia a explorar y queda a la espera. Si la madre (o persona que realiza la función materna)  no tarda en volver, el niño reanuda su interés en la exploración de su entorno.
Esta capacidad de explorar, que para desarrollarse necesita de un apego seguro y de la disponibilidad del cuidador, es básica para el desarrollo de la capacidad de aprender y de la autonomía. Por esta razón, el apego seguro tiene una función evolutiva clara. El apego no es un fin en sí mismo, sino que se trata de un sistema adaptado en vistas a la evolución para llevar a cabo tareas psicológicas, fisiológicas y ontogénicas esenciales.
Esto nos lleva a plantearnos la importante función del apego y de las interacciones tempranas en el desarrollo de las funciones psíquicas.
Desarrollo de las funciones psíquicas: destino de las interacciones tempranas estructurantes
De la interacción entre el bebé y su madre o cuidador principal dependen funciones tan fundamentales como el interés, la motivación, la atención focal, la tendencia a explorar, etc., todas básicas para el aprendizaje y la autonomía. Estas funciones del bebé emergen de las funciones que la madre pone en marcha en la interacción con él/ella.
¿Qué aportan sus sonrisas, sus juegos, sus abrazos, su contacto físico, sus sonidos, las palabras de la madre en su “conversación” con el bebé y tantos otros imponderable?
Como sabemos, ese intercambio sobre todo emocional, intuitivo, sensible, atinado, aporta, no solamente algo poético, emocionante, bello, sino básicamente los fermentos de toda la evoluciónAsí, del interés y de la atención focal de la madre centradas en su hijo, emerge el interés y la capacidad de atención focal del bebé y su capacidad de concentrarse, que al principio y desde muy temprano el bebé le dirige casi exclusivamente a ella.
De la comunicación de la madre con su bebé y de su verbalización, surge la capacidad de comunicarse del niño y luego su lenguaje verbal. A su vez, la capacidad de diferenciar y de orientarse entre los estados de ánimo y las necesidades del bebé y de responder coherentemente a ellos, es el fundamento de toda capacidad de diferenciación, síntesis y abstracción del pequeño, por tanto de todo aprendizaje conceptual y de la posibilidad de llegar a desarrollar criterios, nada menos que algo tan importante en la vida adulta y autónoma.
El amor y el apego sano que se desarrollan entre la madre y su hijo, son la base de la capacidad de amar y del desarrollo social del pequeñoEs en los cuidados maternos y en los juegos donde el bebé construye su Esquema Corporal y todas las funciones que dependen de éste: orientación en el espacio y en el tiempo, equilibrio y motricidad, que son también básicas en el aprendizaje (Torras, 2002). O sea, estamos hablando del fundamento de todo el desarrollo humano.
Por tanto, no se trata solamente de “juego”, en el sentido de algo entretenido, simpático, divertido pero en el fondo intrascendente, sino que es el trabajo del bebé con su madre en los fundamentos de su vida adulta.
Todo esto, que los investigadores estudiaban prodigando las observaciones experimentales, los profesionales podíamos comprenderlo en la medida en que sus resultados eran coherentes e iluminaban nuestra observación clínica. Pero hoy en día estos conocimientos están documentados desde las investigaciones por neuroimagen.
Desarrollo del SNC: investigaciones en neurociencias sobre el papel de las interacciones tempranas estructurantes
Como sabemos, el cerebro en el recién nacido está por hacer. Su sistema nervioso goza de plasticidad, la plasticidad neuronal, que permite que el cerebro se construya según las interacciones y las experiencias que el bebé vive. Estas interacciones y experiencias son los estímulos que van creando la estructura anatómica y funcional del cerebro, procesos que han sido estudiados en base a las nuevas tecnologías sobre la neuroimagen. Es indiscutible que es sobre esta estructura anatómica y funcional que se desarrollan la mente y sus funciones, las funciones psíquicas.
Los estudios por neuroimagen demuestran que el desarrollo de las neuronas, de sus dendritas o arborizaciones, de sus sinapsis, de los neurotransmisores necesarios para las conexiones y de la mielinización, dependen, desde el principio de la vida, de la calidad y cantidad de estímulos que el niño reciba en su interacción con su entorno. Eso determinará la calidad de las funciones del sistema nervioso y el desarrollo psíquico de ese niño también cuando sea adulto.
Para que las interacciones del bebé con su entorno puedan facilitar el correcto desarrollo del sistema nervioso deben ser significativas para el niño, para que sean integrables. Eso quiere decir que las manifestaciones y la conducta del bebé deben ser significativas para la madre, que ella debe ser capaz de interpretar bien las señales que da el bebé. Cuando, por el contrario, se crea un círculo de incomprensión mutua debido a que la persona que cuida conoce poco al bebé, como sucede por ejemplo con los niños institucionalizados, se produce un menor desarrollo de arborizaciones dendríticas y de sinapsis, y una mayor “poda” de neuronas de lo deseable, que afecta especialmente las que corresponden a las funciones menos o peor estimuladas. Si la pérdida neuronal y de conexiones se prolonga, llega a ser irreversible. Esta pérdida de conexiones significa un empobrecimiento de las capacidades psíquicas del niño, del adolescente y del adulto en las distintas áreas: intelectual, emocional, social, capacidad de aprendizaje…
Estas investigaciones son definitivamente importantes en la medida en que documentan las bases cerebrales del desarrollo mental y nos enseñan que el desarrollo del cerebro depende de la calidad de la crianza. Por tanto nos muestran el atentado contra una buena evolución y por tanto contra la salud mental que son aquellos sistema de crianza que impiden el establecimiento de un vínculo y de un apego seguros y una interacción y estimulación de calidad.
Y qué es lo que nuestro sistema occidental de crianza ofrece hoy en día para el desarrollo mental saludable del bebé y por ende de las siguientes edades?
La crianza no es una cuestión que deciden los padres solos. Por un lado, ellos están influidos por su propia historia, por su personalidad, capacidades, necesidades, etc. etc. Pero además, ellos están inmersos en un contexto cultural, social y laboral que influye sus decisiones y sus posibilidades, mucho más allá de lo que ellos mismos creen.
En la actualidad los sistemas de crianza, y por tanto las interacciones tempranas que ofrecemos a nuestros bebés, no tienen mayormente en cuenta los conocimientos emanados de las investigaciones citadas y por tanto se produce una contradicción flagrante: los bebés son cuidados en la ausencia de figuras suficientemente constantes como para conocerlos a fondo y que en consecuencia puedan ofrecer mayormente respuestas adecuadas, realistas y coherentes y por tanto significativas y estructurantes (Torras, 2002). En estas condiciones la organización de su personalidad está comprometida. En este tipo de cuidado, los bebés, desde edades cada vez más tempranas, suelen pasar la mayor parte de las horas de vigilia en la guardería. Esto influye en el tipo de vinculación que se produce, como siempre que participan demasiados cuidadores demasiado pronto, con la consecuente dificultad para el bebé de orientarse y vincularse, y el riesgo de dispersión. Todo esto produce un cierto grado de “institucionalización”. Para el niño pequeño, que aún no ha incorporado la experiencia de objeto permanente, la separación de la persona central en su mundo, significa la desaparición de la seguridad y la exposición a todos los peligros. En términos psicoanalíticos, significa la pérdida del objeto protector, que es lo mismo que decir la amenaza del objeto peligroso. Los puntos de referencia se pierden, el niño se desorganiza.
Como consecuencia del escaso contacto, las madres conocen poco a sus hijos; los grandes acontecimientos como iniciar la marcha, los primeros bisílabos y palabras, sacar pañales y enseñar el control de esfínteres, suceden en la guardería, por lo que ellas, y por supuesto los padres, no suelen conocer los datos de evolución psicomotora; cuando se les pregunta, a menudo deben consultar en la guardería. La relación con los padres se diluye, el sistema de apego se desactiva (Rygaard, 2008). Las madres, como consecuencia, se sienten inseguras en relación a lo que deben hacer con sus hijos; esto también, a menudo, deben consultarlo en la guardería. La madre pierde sensibilidad y empatía hacia las necesidades del niño, y confianza en su habilidad para interpretar las señales del bebé y en su capacidad de tomar decisiones en relación a su cuidado. A menudo vive creciente ambivalencia y sentimientos de desapego. Ante esto, el bebé organiza sus propias defensas y por tanto su evolución se resiente: un ejemplo sería: la madre se va? el niño sigue jugando; la madre vuelve? el niño continúa jugando, aparentemente no se entera. Los padres dicen que es tan sociable que acepta ser tomado en brazos por cualquier persona… y además sin mirarla a la cara. El niño tiene una vinculación dispersa, indiferenciada, apagada, “confiada”. Todo lo contrario de la ansiedad de los ocho meses, que nos indica su progreso en la capacidad de diferenciar, función esencialmente estructurante.

Eulalia Torras de Bea, psiquiatra infantil
Publicado en:
Más Tiempo con los Hijos, Manifiesto Dos años de maternidad/paternidad garantizados por los poderes públicos

http://formacionterramater.es/como-influye-el-apego-en-la-capacidad-para-aprender/

lunes, 5 de febrero de 2018

FORZAR EL APRENDIZAJE ANTES DE TIEMPO...

Elkarhizketa,
Entrevista a Francisco Mora

Resultado de imagen de francisco mora

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Haz klik en el siguiente link para leerlo:
http://webdelmaestrocmf.com/portal/buen-profesor-deber-ensenar-aquello-ama-capaz-abrir-los-ojos-los-aprenden/

sábado, 3 de febrero de 2018

FRANCESCO TONUCCI: “EL ALIMENTO DE LA ESCUELA DEBERÍA SER LA EXPERIENCIA DE LOS NIÑOS”

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¿Cuál era su punto fuerte, en la escuela?
El dibujo: siempre era el mejor. Recuerdo a las maestras acercándose al pizarrón para admirar mis dibujos. Pero lo cierto es que viví una experiencia escolar muy regular; cada año tenía miedo de no pasar de curso. Ahora sé que no hay ninguna relación entre el éxito escolar y el éxito en la vida. Esto es así porque, lamentablemente, la escuela tiene una relación muy escasa con la vida misma.
¿Cómo podrían acercarse ‘vida’ y ‘escuela’?
La experiencia de los niños debería ser el alimento de la escuela: su vida, sus sorpresas y sus descubrimientos. Mi maestro siempre nos hacía vaciar los bolsillos en clase, porque estaban llenos de testigos del mundo exterior: bichos, cuerdas, cromos, boliches…
Quería evitar distracciones.
Pues hoy un maestro debería hacer lo contrario, debería pedir a sus alumnos que le mostraran lo que llevan en los bolsillos. De esta forma la escuela se abriría a la vida, recibiendo a los niños con sus conocimientos y trabajando alrededor de ellos.
Si todo lo ponen los niños, ¿para qué necesitamos escuelas?
La escuela ofrece un método de trabajo, ofrece el cómo. El qué no es tan importante porque el contenido cambia. Hoy en día no queda nada de la geografía que yo estudié y, en cambio, nadie me enseñó a viajar, a conocer una nueva cultura. Lo que necesitan los alumnos de hoy, que serán adultos mañana -en un mañana que nosotros no podemos conocer-, son herramientas y ganas de aprender.
Para esto hace falta un buen maestro.
Claro. Un buen maestro es el que escucha a los niños, porque sabe que no están vacíos, sino que son ricos de una experiencia que él no conoce. Y, si no la conoce, ¿cómo va a proponer un contenido que les resulte interesante? Cada acción educativa tiene que empezar con una escucha, para recibir a los alumnos con lo que conocen y lo que saben hacer.
¿Y qué papel juegan las nuevas tecnologías y herramientas digitales?
Las tecnologías son un gran invento pero no hay que olvidar que son un instrumento que solo vale si el que lo utiliza es bueno. Por eso los buenos maestros no solo necesitan estos instrumentos, ¡los estaban esperando! Yo conocí a grandes maestros que si hubieran vivido estos cambios habrían dicho: “menos mal que alguien lo ha pensado, porque estábamos haciendo un gran esfuerzo”. Son aquellos que utilizaban la imprenta para hacer un diario escolar, los que organizaban correspondencia con niños de otros países…
No todos los maestros piensan así.
Un maestro que usa el libro de texto de la primera página a la última -que es una forma lineal de enseñanza-, ¿qué puede hacer con un instrumento tan plástico y tan poderoso como un ordenador? Como mucho, lo puede humillar utilizándolo como libro de texto. No serán las tecnologías las que mejorarán las escuelas. Ni tampoco las leyes. Serán los buenos maestros.
¿Qué cambiaría usted de la escuela?
Todo. La escuela es una estructura absolutamente ajena a la vida social. Dentro de la escuela tenemos el aula, un espacio abstracto que se repite exactamente con la misma forma más de 20 veces. Y lo raro es que, en ella, con el mismo mobiliario y con los mismos instrumentos, los alumnos se quedan horas y horas sentados haciendo cualquier cosa: lengua, matemáticas, arte, música…
¿Dónde deberían estar, los alumnos, si no es en el aula?
Mi propuesta es renunciar a las aulas. Me imagino una escuela hecha de laboratorios y talleres fuertemente significativos en la que son los alumnos los que se mueven, no los adultos. El recorrido de un taller a otro les ayuda a cambiar el chip y con la ambientación de cada taller se acaban de situar en la materia que les toca.
¿Cómo sería, por ejemplo, el taller de lengua?
Podría ser una biblioteca. Un lugar con libros, donde pudiéramos leer y escribir. En cambio, una clase de matemáticas sería completamente diferente, con elementos de geometría, por ejemplo. La de ciencia tendría microambientes, animales, plantas, microscopios… Y el taller de arte no se parecería en nada a todo esto, sería de colores y en las paredes habría las obras de todos los niños y niñas.
Parece divertido.
Y esto son solo los espacios internos, pero también pienso en los externos. En vez de patio, pondría una huerta. El patio de la escuela de la mayoría de escuelas parece una plaza de toros, un lugar adecuado para descargar las energías que se han cargado demasiado en actividades no reconocidas y no aceptadas por los niños. Me gustaría una escuela sin recreo, porque si en las escuelas se aprendiera jugando, no haría falta que los niños se desahogaran.
Pero los niños piden el recreo.
Si por la mañana hiciéramos una escuela de verdad, que no molestara a los niños, no haría falta el recreo. Y por la tarde podrían vivir una experiencia verdadera y con autonomía fuera de la escuela, en las calles.
La ciudad es peligrosa para los niños.
La ciudad que yo propongo, no. Se trata de la Ciudad de los Niños y debe cumplir dos requisitos. El primero es renunciar a hacer parques y otros espacios para niños. En el momento en que la ciudad inventa espacios para niños está excluyendo a los niños de los espacios que deberían ser para todos. Aunque hoy en día no son para todos, son para los coches.
De acuerdo, una ciudad sin parques. ¿Y el segundo requisito?
El segundo es garantizar a todos los ciudadanos la posibilidad de moverse en su propia ciudad con seguridad. Para conseguirlo, hay que dar la vuelta a la jerarquía. En vez de intentar mejorar el tráfico, garanticemos primero la movilidad de los peatones. Después de los peatones, nos ocuparemos de las bicicletas y luego del transporte público. Los coches tienen que ser los últimos. Dando la vuelta a la jerarquía afirmamos que los primeros y los dueños de la ciudad son los peatones.
Esto en las grandes ciudades parece imposible.
En realidad no, porque la ciudad es una suma de barrios y la mayoría de la gente no sale de su barrio. En él tienen la escuela, las tiendas, el kiosco, la farmacia… Hay que considerar este espacio, el barrio, como sagrado, y no cortarlo con nada. Si hay que poner en marcha un sistema urbano de conexión rápida, se hará bordeando los barrios.
¿Y dentro de cada barrio?
Prioridad absoluta de los peatones. Esto significa que el camino de los peatones, que son las aceras, no se puede interrumpir nunca alrededor de las manzanas. Y, para cruzar la calle, no hay desnivel para el peatón; es el coche el que sube y baja para adaptarse a la acera.
¿Quién viene después de los peatones?
Las bicicletas. Hay que adaptar la ciudad a las bicicletas: con carril bici, aparcamientos… Llegados a este punto, nos daremos cuenta de que no hace tanta falta el transporte público, porque la gente prefiere ir andando o pedaleando. Por lo tanto, vamos a ahorrar con el servicio público y podremos hacerlo de mayor calidad.
Y ya les toca a los coches.
Sí, pero como lo hemos montado todo pensando en los peatones, los medios privados tendrán una vida más complicada. Si tienes prisa, es mejor que utilices el medio público o la bicicleta. Si vas en coche, tendrás que tener paciencia, porque te espera el camino más largo y más incómodo. De esta forma, si hay un accidente las consecuencias son mucho menores.
Así los niños podrían jugar en la calle.  
¡Y esto les permitiría tener algo que contar en la escuela! Además, es muy importante que un adulto reconozca a su hijo el derecho de salir de casa. Así, cuando vuelve, es él quien explica lo que ha pasado, sin ser interrogado. Esto le da la capacidad de enfrentarse a la novedad, a lo desconocido. Y le proporciona el gran placer de poder contar su historia.

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