lunes, 30 de octubre de 2017

EL NIÑO DE HOY Y LA AUTORIDAD

Diciembre 2015 | nº 364 | PADRES Y MAESTROS | 13
Psicomotricidad en la escuela


Catedrático (Tours - Francia)
bernardaucouturier@orange.fr



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Un tema educativo que se plantea en
muchas familias y profesores. Frente a las
exigencias de estos “niños terribles” (enfant
terrible) que maltratan a sus familias, los
padres se encuentran con pocos recursos
para imponer sus límites. El malestar de
los padres va en aumento, culpabilizándose
de “no ser buenos padres”, utilizando
el autoritarismo o bien laisser-faire. El
problema de todos estos niños es que
se encuentran en un ambiente familiar
donde los padres tienen dificultades para
imponer el “no”. Teniendo en cuenta estas
dinámicas, ¿cómo imponer la autoridad,
sabiendo que la autoridad es una acción
educativa que interviene en el psiquismo del
niño y de su devenir social?




Se trata de una cuestión educativa
importante a la que se enfrentan muchas
familias, y hasta muchos profesores, que
en ocasiones se sienten frustrados por el
comportamiento desmedido de los niños
desde la educación infantil hasta la adolescencia.

Antes, los niños debían estar bien educados,
es decir, debían obedecer a los adultos
y tener buenos modales. Tenían que
respetar las normas familiares: no molestar
a sus padres, sentarse a la mesa en
familia y no hablar. Por suerte, todo aquello
quedó lejos, y, en tan sólo unos decenios,
el trato con los niños ha cambiado. De
hecho, hoy en día se les exige fundamentalmente
ser autónomos e independientes. Sin
embargo, la autonomía, que es la capacidad
de la que uno dispone para fijarse sus
propias normas, y la independencia, que
consiste en saber manejarse solo a diario,
son fruto de una larga conquista que, a su
vez, es el resultado de la educación dada
por la familia y el colegio.

El porvenir de un niño es convertirse
en una persona civilizada que sea capaz
de convivir con el resto, de compartir
voluntariamente y que no dé problemas a
su entorno. En un principio, no está preparado
para eso, dado que sus actuaciones
se rigen por tres principios que no favorecen
su vida en sociedad. Un niño es:

-  un sujeto de pulsiones agresivas: empujará,
morderá y pegará a todo aquél que
se interponga en su camino;
- un sujeto de deseos: si quiere algo, lo
cogerá, no esperará;
- un sujeto de placeres: hace lo que le
apetece y rechaza todo aquello que le
provoca el menor desagrado.

Por tanto, el niño tiene dificultad para
interiorizar que debe realizar esfuerzos y
aceptar las normas.

Hasta los 4 o 5 años, el niño se siente
todopoderoso, cree que es el rey del
mundo (sobre todo los chicos) el centro
del universo, en particular en el núcleo
familiar. Así, para poder evolucionar,
deberá renunciar a su comportamiento
inicial gracias a la educación recibida en
casa y en el colegio.

Ante tamaña tarea, a los padres no les
quedará más remedio que optar por hacer
uso de la autoridad, esto es, crear frustraciones
para que el niño pueda crecer
y convertirse en un adulto responsable
de sí mismo, respetuoso con el resto y
generoso. Sin embargo, cabe preguntarse
si algunos padres están preparados para
eso, si son capaces de ejercer su autoridad
para contribuir al desarrollo del niño
en las mejores condiciones.

El malestar de los padres
En la actualidad, en muchos padres
aflora una sensación de malestar creciente,
derivada de presiones externas y
de un estilo de vida estresante: trabajan
mucho, llegan tarde a casa y a menudo
agotados por los largos trayectos. Estas
personas sufren por no ser “buenos
padres”, se sienten inseguras y culpables
por haber fracasado en su rol. Sienten que
son incapaces de ejercer su función como
padres, que consiste en transmitir tranquilidad
a su hijo. Sin embargo, el niño tiene
un sentimiento de seguridad y de bienestar
internos cuando siente el amor y la estabilidad
como adulto de sus padres.

Ahora, son muchos los padres que
satisfacen de manera continua las necesidades
y deseos de sus hijos sin generar
frustraciones. Estos padres asumen el
rol de “colega a colega” con su hijo porque
resulta más sencillo, les preguntan si
quieren ir a pasear o comer esto o lo otro,
lo que, en realidad, son decisiones que
debe tomar un adulto y el niño aceptar sin
rechistar.

A menudo, los padres colman de regalos
a sus hijos para minimizar su sentimiento
de culpa. Así, el niño tiene el regalo
antes incluso de desearlo. En caso de no
conseguir la chuchería o juguete deseados,
puede montar en cólera e insultar a
sus padres, quienes se angustiarán por
tener que oponer resistencia a su hijo de 3
años. Y, sin embargo, si no son capaces de
decir “no” a un niño de 3 años, o incluso
antes, éste no aguantará la frustración
a los 13. Los psiquiatras infantiles dicen
que “algunas familias están dirigidas por
hombrecitos que no levantan tres palmos
del suelo”.

Muchos padres entregan a sus hijos
a ese sentimiento de omnipotencia, a
sus pulsiones primarias, mientras que la
frustración prepara al niño para la vida
social. No se atreven a reafirmar su autoridad,
a establecer unos límites frente a
su hijo todopoderoso; son incapaces de
decir: “aquí no mandas tú, mando yo”. Se
sienten desamparados y sobrepasados
por conflictos familiares permanentes,
frente a unos niños que dictan las normas
en casa.

El uso de la autoridad, esto es,
crear frustraciones para que el
niño pueda crecer y convertirse
en un adulto responsable de sí
mismo, respetuoso con el resto y
generoso.


De este modo, los niños crecen con la
idea de que el mundo debe obedecerles.
Aquéllos que obtienen las cosas antes
incluso de haberlas deseado son, más
tarde, incapaces de esperar y de tolerar
las frustraciones. Para ellos, la paciencia
es una virtud desfasada. Estos niños, en
manos de los mandatos de sus pulsiones,
de sus exigencias y de su impaciencia
corren el riesgo de convertirse en niños
tiranos, un tema de actualidad en el ámbito
de la psicopatología infantil. Y, entonces,
los padres se apresurarán a ir al psicólogo,
quien les dirá: “no, no es una cuestión psicológica,
sino educativa”.

La espera deja un vacío, un sentimiento
de angustia, y ese vacío se va llenando
de inseguridad y de exigencias. La
exigencia y la impaciencia conllevan una
sensación de malvivir; la impaciencia no
es otra cosa que la falta de confianza en
uno mismo, de confianza en la vida.

Estos niños crecen con la idea de que
deben obtener todo de inmediato, así que el
día en el que se topan con el primer obstáculo,
véanse las exigencias en el colegio, es
un drama, llegan la rebeldía, el rechazo o la
huida. Estos padres son incapaces de imponer
unos límites a sus hijos y a sí mismos: el
último teléfono móvil del mercado, el último
modelo de televisión o de coche, las últimas
tendencias en moda. Es cierto que, a
menudo, los niños tienen como referencia a
unos adultos con egos hipertrofiados.

La hipertrofia del yo
La patología de la hipertrofia del yo
domina el día a día. Si no se le planta cara
mediante la educación y la mediación,
los adultos con síndrome del emperador
podrían convertir al mundo en un lugar
insoportable.

Sin embargo, ¡cada vez hay más adultos
así! Cierto es que no se trata de una
generación entera, pero sí de una minoría
que pasa a la acción e impone su
mala educación: por ejemplo, una cita
acompañada de un retraso, un coche
estacionado en doble fila o en una plaza
reservada para minusválidos, o bien
mantener una conversación por el móvil
y compartirla con todo el vagón. Y el egocentrismo
va más allá. Dentro de la familia,
el adulto con síndrome del emperador
cambiará de mujer si considera que ésta
ya no le atrae, tal y como cambia de
móvil o de coche. En el trabajo, el jefecillo
infligirá humillaciones para satisfacer
su ego. En el ámbito político, la tónica
dominante es la omnipotencia.

Estas personas no han aceptado
límites, pero tampoco nadie se los ha
impuesto. La hipertrofia del yo es la consecuencia
de una carencia educativa. Son
adultos que no han sido educados, que no
han aprendido a ajustar su placer a la realidad
y, por consiguiente, a la realidad del
resto. Niegan a los demás, los “cosifican”.
El adulto todopoderoso no piensa en el
otro: ¿no sería entonces un saboteador de
relaciones? Estos adultos niegan las virtudes
que caracterizan al ser humano, tales
como la cortesía, la justicia, la compasión,
la tolerancia, la buena fe, la lealtad.

Aunque el niño se sienta contrariado por las
prohibiciones, en ningún caso le traumatizarán.
Es más, se producirá el efecto contrario, ya que
éstas darán coherencia a su existencia y le
ayudarán a encontrar el camino adecuado

Son seres humanos que han abandonado
el “sentimiento humano”.
Hoy en día, el hecho de que los adultos
sufran y se sientan culpables por no
ser buenos padres les lleva a permitir que
sus hijos pasen horas delante de la televisión
o jueguen con juegos electrónicos
sin límite de tiempo, y no se atreven a
decirles que paren. Y, mientras, el niño
está inactivo ante la pantalla, es dependiente
de las imágenes que absorbe sin
filtro alguno. Ese niño vulnerable corre el
riesgo de encerrarse en el mundo virtual,
de alejarse de la realidad, y de dejar que
se instalen ideas, fantasmas de dominación,
de agresión y de aniquilación del
resto. En este caso, la familia y el colegio
desempeñan un papel fundamental, que
consiste en formarle para que sea capaz
de cuestionar las imágenes y prepararle
para su entendimiento.

Los niños carecen de límites, sí, todos
los especialistas están de acuerdo en ese
punto, pero entonces, ¿por qué es algo que
no cambia? ¿Por qué cada vez se ven más
comportamientos incívicos en la calle,
en el colegio? ¿Por qué? Creo que desde
hace 30 años tratamos de atribuir cualquier
comportamiento disfuncional o trastorno
de la conducta del niño a carencias
afectivas o traumas, y puede que el problema
esté únicamente en la educación.
Antiguamente, los niños que no cumplían
las expectativas de los adultosestaban
inhibidos, carecían de autoestima,
tenían dificultades para autoafirmarse,
existir y reprimían sus deseos. Ahora,
los niños quieren vivir sus deseos y placeres,
y vemos cómo surge una patología
asociada al vínculo con la realidad: los
niños ya no están reprimidos, padecen
una hipertrofia del yo, son incapaces de
soportar al resto, las normas o las frustraciones.
Cuando crecen, son personas con
las que es difícil convivir, son esos enfants
terribles (como yo les llamo), que agreden
verbalmente, y a veces hasta físicamente,
a los educadores, excluyéndoles,
despreciándoles, e incluso insultándoles.
De esos niños, algunos corren el riesgo
de convertirse en personas violentas, si
es que no lo son ya, y pueden ser peligrosos
para los demás y para sí mismos. Los
profesores se dan cuenta de que no son
autónomos porque, incluso con 8 años, se
comportan como si fueran bebés, y entre
los colegiales, se percibe una mezcla de
autonomía y de infantilismo. Es cierto que
puede que la inseguridad de los padres y
su sentimiento de culpa les lleven a prodigar
demasiado amor para compensar
su malestar, encerrando así a sus hijos
en una burbuja afectiva de la cual sólo se
podrán zafar rebelándose.

Antes, a los niños primero se les educaba,
y si quedaba tiempo, se les daba
cariño. No siento nostalgia del pasado,
pero sí es verdad que educar a un niño
puede resumirse en tres palabras: cariño,
normas, cultura.

Los psiquiatras, psicólogos y especialistas
infantiles dan la voz de alarma: “¡alto al
ego infantil!”. Al parecer, el “niño tirano” se
está convirtiendo en un fenómeno social.
Deseado, adorado, adulado, mimado, consentido;
ya no tolera la autoridad ni las
normas, ni tan siquiera la más mínima
negativa. Son adictos al placer inmediato.
Un “niño tirano” es primero un niño rey,
que dispone de todos los bienes materiales
posibles (videojuegos, televisión,
tableta electrónica, teléfono) y que, además,
se ha hecho con el poder en casa.
Los padres se sienten impotentes y desarmados,
y repiten que ya no saben qué
hacer. Son niños que generan una sensación
de angustia en su entorno; desde el
niño de 3 años que no obedece, que come
y duerme únicamente cuando quiere,
hasta el adolescente que ha retirado la
palabra a sus padres.

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Una transformación social
Hace varios decenios, se observaban
más bien patologías asociadas al
principio del placer. Fue una época en la
que las responsabilidades profesionales,
familiares y sociales tenían mucho peso,
y en la que había muy poco espacio para
el placer y el hedonismo. En la década
60-80, asistimos al movimiento contrario:
“disfrutar de la vida”, “prohibido prohibir”.
Fue algo muy saludable como contrapunto
a las restricciones sociales; ahora
ha alcanzado un grado excesivo. Sí, el ser
humano tiene la necesidad de sentirse
querido para poder forjar su personalidad,
pero también necesita frustraciones porque
debe afrontar la realidad (“no soy el
más guapo ni el más fuerte ni el más inteligente”)
la realidad del resto y la realidad
de la vida. Estos niños padecen intolerancia
a la frustración en cuanto no consiguen
lo que quieren, cuando las cosas no
salen como a ellos les gustaría o el resto
no se comporta como ellos desean. Y así
no van por buen camino. Los niños que
niegan la autoridad parecen seguros de
sí mismos, pero en realidad son vulnerables
a nivel psicológico. La sociedad de
consumo y su culto al placer inmediato;
el placer individual, el individualismo y la
incomunicabilidad, que están a la cabeza
de las prioridades; y el discurso contradictorio
de algunos padres sobre la educación
contribuyen al nacimiento del
“niño rey”. Vivimos en un mundo en pleno
proceso de transformación, en el que los
adultos han relegado al olvido el modelo
educativo autoritario para dejar paso al
enfoque permisivo del laisser faire. Desde
hace 50 años, las normas han cambiado
tanto que los adultos ya no saben qué sistema
tomar como referencia.

¿Acaso es la consecuencia del legado
del psicoanálisis? Del legado de Françoise
Dolto, de su archiconocido libro El niño es
una persona. No es menos verdad que el
psicoanálisis tenía por costumbre insistir
en que los niños sólo tienen derechos y
los padres nada más que obligaciones. Si
gracias a él se liberó a los jóvenes anestesiados
por una educación rígida o por
carencias afectivas, tanto mejor. Entonces
era necesario reconocer que los niños
eran personas en sí mismas; ahora estamos
en una época distinta.
Los psicoanalistas de hoy en día han
cambiado y reconocen que es necesaria
la evolución de las pulsiones, del principio
del placer, así como que es indispensable
que los padres ejerzan el mando.
Ya en su época Platón dijo: “Un adolescente
sin maestro se dirige hacia la
tiranía”.
Pero, ¿cómo evitarlo?


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No se trata de volver a un modelo autoritario,
de aplicar los arcaísmos educativos
que algunos de nosotros hemos vivido, sino
de transmitirle al niño que “puede disfrutar
de la vida, pero que también existen
normas”. Los padres frustrantes no hacen
infelices a sus hijos, más bien al contrario.
Los valores sociales han pasado de un
extremo al otro. Han pasado de ser “trabajo,
familia, patria” al “primero yo”. Sin
embargo, se toma consciencia de la situación
porque los padres se dan cuenta de
que su prole no es feliz, que deben asumir
nuevamente el rol de educadores, y que su
hijo no es un igual ni un amigo. Los niños
tienen que poder soñar con el mundo de
los adultos.

¿Cómo imponer la autoridad?
Aviso: para poder imponer prohibiciones
a los niños y que éstos las respeten,
tanto padres como profesores deben estar
seguros de su conveniencia.

Las consecuencias de las prohibiciones
inciden en el psiquismo del niño, cuya posición
con respecto a ellas es ambivalente.
Evidentemente, las rechazará, teniendo
en cuenta que van contra sus pulsiones,
su búsqueda del placer, de la libertad y su
sentimiento omnipotente. Sin embargo, el
niño se dará cuenta rápidamente de que
las necesita, y las buscará. Los niños a
los que se les permite hacer de todo, que
brincan por todas partes, trepan por los
muebles, chutan el balón por el cuarto,
esos niños terminan por hacerse daño. Si
no existen unos límites impuestos por un
adulto, los niños son capaces de encontrar
por sí mismos los límites a través de
su cuerpo.

Aunque el niño se sienta contrariado por
las prohibiciones, en ningún caso le traumatizarán.
Es más, se producirá el efecto
contrario, ya que estas darán coherencia a
su existencia y le ayudarán a encontrar el
camino adecuado. Si cada vez que quiera
dar rienda suelta a su omnipotencia se
encuentra con una señal de “dirección
prohibida”, tendrá que encontrar la manera
de conducirse de otra forma.

Gracias a las prohibiciones de sus padres podrá realizar
un increíble trabajo a nivel psíquico, que le
reportará grandes ventajas: será objeto de
una transformación interna que le convertirá
en un ser civilizado, capaz de convivir
en armonía con el resto.

Educar a un niño es una tarea difícil, que exige
a los padres grandes dosis de afecto, de tiempo,
de valentía y de responsabilidad para afrontar
los conflictos

Pero, ¿cómo hay que proceder para
implantar los límites con firmeza y juicio?
En primer lugar, habrá que enunciar la
prohibición “no se pega en la cabeza de
un amiguito en el parque para quitarle el
cubo”.
Después, simplemente habrá que explicarle
qué significa la prohibición: si todo el
mundo pudiese pegar al resto por la calle,
cualquiera podría pegar al niño, y el mundo
se convertiría en un lugar inhóspito.
Finalmente, es básico que entienda
que no es el único al que se le imponen
esas prohibiciones, que todas las personas
están sometidas a ellas, incluidos
los adultos. Por ejemplo, si al padre que
le gustaría tener el cochazo del vecino
se le ocurriese quitárselo, sería sancionado
con severidad.

El fundamento de la autoridad justa
(distinto del autoritarismo) se sustenta
en la legitimidad de una prohibición con
un significado, impuesta a todos y no
sólo a los niños. Para ello, hay que estar
convencido del rol de padre y decidido a
no faltar a ninguna de las obligaciones.
Es esa convicción la que tiene autoridad
ante el niño.

Otra de las preguntas que nos hacemos
es si el niño querrá menos a sus
padres si estos imponen su autoridad.
Un niño no se equivoca jamás. Sabe
diferenciar perfectamente entre los límites
que le han sido impuestos justamente
y aquéllos que el adulto le impone porque
sí. Rápidamente, el niño percibe las
ventajas de las prohibiciones. A aquél al
que le hayan educado con autoridad hará
amigos, descubrirá otros placeres maravillosos,
como son la comunicación y el
juego espontáneo.

Gracias a este último, el niño aprenderá a expresar su pasado de
manera simbólica y a reafirmarse, dando
así un paso importante hacia el mundo
de los adultos (de ahí la importancia de
la práctica psicomotriz, que favorece el
acceso a la dimensión simbólica). Por
supuesto, hay que pasar por una etapa
ingrata, que es cuando el niño debe plegarse
a las prohibiciones sin haber descubierto
aún las ventajas: la comunicación
y el juego. Estas frustraciones forman
parte de la vida; nosotros, los adultos,
hemos pasado por ellas y no nos hemos
muerto.

Pero los padres deben estar tranquilos:
la autoridad es ante todo un acto de
amor, y su hijo lo siente así.
En las familias en las que existe un
nivel de autoridad normal, impartida en
un entorno afectivo, reina un ambiente
familiar tranquilo, propicio para una relación
fluida entre los adultos y el niño.
¿A partir de qué edad hay que
empezar a imponer las primeras
prohibiciones?

Los padres comienzan su función civilizadora
muy pronto, a partir del nacimiento.
A través de la calidad de los cuidados dispensados
con regularidad, de una misma
cadencia con palabras adaptadas a las
necesidades del niño, del uso de palabras
tranquilizadoras, el bebé asimila unas referencias
sensoriales, de acción, de afecto
y de placer que le permitirán anticipar el
retorno del progenitor. La madre y el padre
imparten con cierta regularidad ese ritual
de cuidados y, entonces, el bebé sigue el
ritual automáticamente, por lo que es
probable que más tarde acepte con más
facilidad la autoridad de los padres en un
contexto de seguridad afectiva.


Diciembre 2015 | nº 364 | PADRES Y MAESTROS |       Psicomotricidad en la escuela
François de Singly (2009). Comment aider
l’enfant à devenir lui-même. Ed. Armand
Colin.
Roger de Teboul. Deviens adulte. Ed. Armand
Colin.
PARA SABER MÁS
Autoridad; frustración; autonomía;
independencia; límites; cuidados.

Este artículo fue solicitado por PADRES y
MAESTROS en enero de 2015, revisado y
aceptado en junio de 2015.

Educar a un niño es una tarea especialmente
agotadora. Sería una lástima
posponer el ejercicio de la autoridad convenciéndose
a uno mismo de que el niño es
todavía demasiado pequeño para soportar
las frustraciones. ¡Craso error! Cuanto
más se tarde, más difícil será enderezar la
situación.
Actualmente, los padres comienzan
a rebelarse. Están mucho menos sometidos
a sus hijos que hace 10 años, y hacen
gala de responsabilidad parental: controlan
las redes sociales y los móviles de sus
hijos en cuanto pueden.
Según los profesores, existe una nueva
generación de padres que quiere evitar a
toda costa que los niños se les suban a la
chepa. Estamos ante un acontecimiento
educativo histórico.
Las familias están adoptando poco a
poco un nuevo enfoque (por otro lado,
inevitable) de acuerdo con el cual muchos
padres empiezan a poner al niño en su
sitio y a hacer uso de su autoridad. Por
supuesto que continuará habiendo padres
permisivos que no ejerzan su función de
autoridad, que se muestren demasiado
afectuosos y sobreprotejan a sus hijos.
Igualmente, seguirán existiendo padres
autoritarios y estrictos, que apenas dejarán
margen para las muestras de afecto
y sí para el autoritarismo. También habrá
padres descuidados, que no harán gala
del cariño ni de la autoridad que sus hijos
necesitan. Y, finalmente, habrá padres,
llamados responsables, que asumirán su
rol, dando muestras de afecto y calidez y
sabiendo cómo ejercer la autoridad.
Para finalizar recordemos siempre que
educar a un niño es una tarea difícil, que
exige a los padres grandes dosis de afecto,
de tiempo, de valentía y de responsabilidad
para afrontar los conflictos. Al educar,
no se trata de dudar de si el niño se va a
disgustar por la imposición de sanciones,
sino de mantenerse firme ante los principios
de la vida y de respeto al prójimo, que
tanto el padre como la madre deberán
defender. Los mejores regalos que un hijo
puede recibir son el cariño, la ternura, un
entorno estable, la tenacidad; entonces es
cuando sentirá esa seguridad que le abrirá
las puertas a la vida. Vosotros sus padres y
educadores sois la mejor oportunidad que
tendrán los niños para crecer como personas
en plenitud humana •
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viernes, 27 de octubre de 2017

25 juegos y actividades de otoño para compartir en familia



Disfruta el otoño en familia con estos 25 juegos y actividades sencillas que pretenden respetar la curiosidad, acompañar el asombro y maravillarnos juntos con cosas sencillas que nos hagan bajar el ritmo cotidiano; aprovechando los fenómenos naturales que nos regala esta estación del año. 
Ya tenemos el otoño aquí!! Nos ha regalado unos cuantos días de “veroño” pero ahora parece que ya ha llegado para quedarse con: la naturaleza llena de colores y matices, la temperatura que dan ganas de taparse, un nuevo ritmo que pareciera que fuera un poco más lento, una luz que tiñe todo lo que ilumina de una calidez que dan ganas de abrazar…
Vaya, que el otoño me huele a familia, a creatividad tranquila, a caminatas pausadas, a naturaleza cálida para compartir juntos.
Así te traigo esos juegos y actividades que nos gustan en casa para esta época:
Juegos y actividades de otoño donde los elementos naturales nos ofrecen de por sí variedad de posibilidades de juego, de exploración, de curiosear, de seguir investigando y disfrutar…. Juegos tranquilos y lentos donde seguir al niño y la niña según lo que vaya descubriendo, acompañando su asombro y bajando nuestro ritmo para observarlos y observarnos mejor mientras disfrutamos juntos.
¡Inspírate!

Juegos y actividades de otoño para compartir en familia en la naturaleza

25 juegos y actividades de otoño para compartir en familia
  1. Abrid los ojos y descubrid lo que la naturaleza os cuenta. Todos sabemos que en otoño las hojas se tornan marrones y caen pero ¿habéis mirado alguna vez con curiosidad lo que realmente os ofrece la naturaleza en esta época del año?. Así que salid a la calle y mirad: mirad para arriba, para el medio, para abajo, para arriba y abajo; y jugad a descubrir qué cosas van pasando día a día en vuestro entorno inmediato.
  2. Recolectad hojas. Un paseo de vuelta del colegio y/o por el campo puede ser una buena ocasión para ir recolectando hojas diferentes, de árboles diferentes para llevarlas a casa y observarlas luego en familia, pero descubriendo en el lugar cómo son esos árboles, qué características y diferencia entre ellos tienen… Hasta podrías llegar a comparar cómo son los árboles de la ciudad y los del campo… Seguro que llegáis a varias conclusiones interesantes.
  3. Organizad un paseo por el campo. La naturaleza nos ofrece un lienzo lleno de colores mágicos que se han de ver en vivo y en directo. Y son mágicos porque van cambiando semana a semana. Organizad con la familia una salida al campo con una ruta sencilla o que sea simplemente para ir a tomar un picnic hecho por vosotros y disfrutad del paisaje sin más. Puedes crear una tradición familiar donde cada comienzo de estación vayáis al mismo sitio a ver cómo se encuentra la naturaleza en esa época del año.
  4. Recoged frutos. Este mes es el mes de las castañas, los piñones y las nueces, entre otros frutos. Es una oportunidad perfecta para ir al campo y buscar castaños, pinos piñoneros y nogales, (uno por vez mejor, así os podéis concentrar en cada árbol). Si hay algo que me gusta, es que mis hijos sepan de dónde vienen las cosas y qué se hacen con ellas. Pues esta es una gran oportunidad porque tanto las castañas como los piñones y las nueces están escondidos y podemos jugar a descubrirlos, a buscarlos y atraparlos; jugar a distinguir los árboles y a comenzar a llamarlos por sus nombres…
  5. Jugad a crear instalaciones efímeras de Land Art. Al caer las hojas y los frutos tenemos, en esta época del año, los materiales naturales a nuestros pies. Pues qué mejor idea de crear nuestra propia obra de arte en la naturaleza y dejarla para que otros se la encuentren y puedan disfrutar. Dejad volar la imaginación y trabajad en equipo para que el disfrute sea compartido; recordando siempre que lo más importante es el proceso y no el final!
  6. Jugad con los colchones o la lluvia de hojas. Las hojas forman gustosas alfombras en el suelo que tanto pueden servir para tumbarnos sobre ellas como para hacerlas volar y crear nuestra propia lluvia de hojas otoñales. A los niños les encanta y casi, casi lo hacen instintivamente. Seguramente que te vean a ti disfrutando de este momento, será su gran regalo.
  7. Visitad un huerto. Procura acercaros a algún huerto para poder descubrir cuales son las hortalizas, verduras y frutas de temporadas. Hoy en día hay muchos huertos ecológicos que abren sus puertas para enseñar su cosecha y descubrir las maravillosas formas de las calabazas, los boniatos, berenjenas… Y os podéis llevar una buena cesta para cocinar en casa.
  8. Organizad una búsqueda de tesoros otoñales. Descubre el por qué es interesante este tipo de juego e inspírate en la plantilla gratuita de búsqueda del tesoro, adaptándola a esta estación. Seguro que es un muy buen aliciente para ellos para ir a la montaña.
  9. Organizad una búsqueda de colores en la naturaleza. Como verás más abajo, cada estación tiene unos colores característicos que a veces los niños y niñas nos sorprenden con más colores y gamas de los que nosotros tenemos concebidos. Por eso, esta actividad te la recomiendo hacer después de realizar la rueda de las estaciones así puedes poner gran parte de los colores del otoño que hayáis detectado. La idea es crear un soporte con los colores de temporada a buscar y salir en busca de ellos como te explicaba en esta actividad de “educar la mirada”.
  10. Salid a la calle a jugar con los charcos. El otoño tiene días de lluvia con una temperatura agradable donde poder salir fuera, bien preparados para jugar con la lluvia y todo lo que ella trae. Recuerda que te comentaba aquí la importancia de transmitir una sensación positiva con respecto a la lluvia, porque en realidad en nuestro país, cuando llueve: hay que salir a celebrarlo.
  11. Explorad qué pasa con los insectos y los animales en esta época. Hay un cambio considerable, sobre todo en lo que a insectos se refiere, con respecto al verano. ¿Seréis capaces de descubrir cuáles son los animales e insectos que están visibles en otoño? ¿Y qué les está pasando a ciertas aves que van volando en formación por el cielo?
  12. Degustad los arcoiris. Después de la tormenta sale el sol y muchas veces en esta época, la naturaleza nos regala como broche final de la lluvia, unos arcoirirs espectaculares. Así que a poner atención y degustar esos momentos de forma mágica.
  13. Títeres otoñales. A nosotros nos encanta contar historias y recurrimos a cualquier cosa como pretexto para contarlas. Pues qué te parece buscar los recursos de la naturaleza como hojas, palos, frutos para contar una historia allí mismo. A ellos les encantará y estarás siendo un muy buen ejemplo de como encontrar soluciones en momentos inesperados.

Juegos y actividades de otoño para compartir en familia en casa

25 juegos y actividades de otoño para compartir en familia en casa

  1. Observad vuestros tesoros otoñales. De los paseos por el exterior y los tesoros que encontraréis, podéis buscar un momento para observarlos, sentirlos y explorar sus diferencias y similitudes. Te propongo que traigas una lupa y una cartulina blanca (por si la mesa es de otro color), dejar cerca también una libreta y unos lápices por si de la exploración quieren pasar a la interpretación de esas formas.
  2. Jugad a clasificar el material. Ofrece cestos donde puedan ir guardando sus tesoros clasificados (aunque ten en cuenta que la clasificación cada uno la puede entender a su manera, así que abre bien los ojos para descubrir cuál es la de cada uno).
  3. Cread material didáctico otoñal que luego os sirva para seguir observando, jugando, investigando… Hace un tiempo quise crear cartas con las características de cada temporada. Por ejemplo con una hoja de color otoñal, castaña, calabaza, boniato, piñones, nueces… Vaya que la idea es ir haciendo fotos a cada tesoro y diseñar unas sencillas cartas (plastificadas) para tener en casa junto a cada elemento real. Estas cartas luego pueden servir para ir comparando las temporadas. También puedes crear plafones con las diferencias de cada árbol. Por ejemplo un castaño: donde aparezca la hoja, el erizo, el fruto… Como si fuera una lámina naturalista pero hecha de piezas reales.
  4. Cread material decorativo. Podéis utilizar las hojas para pintarlas, crear guirnaldas con hojas sencillas como las de Alisa Burke o combinando hojas, frutos, frutas,.. Imaginación al poder.
  5. Cread un rincón o mesa de otoño en algún espacio común de la casa. Es una actividad muy característica de la pedagogía Waldorf que da importancia a los ritmos de la vida, procurando ofrecer experiencias para que el niño y la niña se sitúe en el tiempo, viva los cambios naturales y forme parte de los acontecimientos. Un poco lo que estamos viendo, va en esta línea, y en este caso específico te propongo crear vuestra mesa de estación. Podéis poner vuestros tesoros, los plafones de los árboles y las cartas creadas, adornarla con vuestras creaciones y buscar libros infantiles que hablen de esta época del año (aquí encuentras una interesante selección de libros infantiles sobre este tema).
  6. Crea un Atelier inspiración Reggio Emilia con arcilla o pasta de sal y los elementos naturales que tengáis por casa. La idea es ofrecer ese material clasificado que habéis encontrado en la naturaleza junto a trozos de barro o pasta de sal (descubre cómo hacer pasta de sal). Colócalos sobre una mesa que no tenga más estímulos que estos materiales como provocación. A partir de aquí deja que se relacionen con el material y a ver qué surge.
  7. Representad los colores del otoño. Como te decía antes, si hay algo que me fascina, es ver los colores que descubren los niños en la naturaleza. Nosotros tenemos relacionados para cada estación una serie de colores estándares; pero ellos descubren otros tantos más que realmente están en cada estación. Esta observación me llevó a realizar un proyecto anual sobre el ciclo de las estaciones donde en cada estación mirábamos en familia los colores de las estaciones y lo dejábamos visible en la rueda de las estaciones inspiración Montessori-Waldorf.
  8. Cocinad recetas en familia con comida de temporada. Buscar un recetario de los de siempre o preguntar a los abuelos qué podéis hacer con los alimentos de los árboles y del huerto de esta temporada y cocinar en familia ese plato especial y hacer de esa comida, un momento único en familia, ideando una mesa especial (tenéis mucho material para decorar).
  9. Celebrad las fiestas tradicionales. En cada región habrá una fiesta tradicional que celebrar. Por ejemplo aquí tenemos “La castañada” y también Halloween. Pues integra aquellas fiestas que te gusten o que gusten a la familia (aunque a veces a los adultos no nos gusten tanto) y hacer del momento una celebración familiar compartida y divertida. Por ejemplo, busca disfraces para la familia (hay disfraces de Halloween no violentos).
  10. Cocinad recetas dulces para las tardes de otoño. Comienzan a acortarse las tardes y a refrescar esto me lleva a pensar a cambiar el ritmo, a meternos en casa y disfrutar del hogar. Y siempre, siempre me viene a la mente el hacer galletas. En casa es un clásico y a los niños les encanta porque las hacemos y las disfrutamos todos en la merienda o desayuno. Este año también hemos aprovechado para decorarlas con glasa real y, como se acerca Halloween, las galletas de navidad las hemos tuneado y te imaginas cómo habrán quedado…
  11. Explorad el tema arcoirirs. Después de degustarlo en directo, en casa podéis investigar el por qué sucede, buscar cuentos o historias relacionadas como la que al final del arcoiris se encuentra enterrada la olla llena de oro de los Leprechaun (duendes irlandeses), buscar de qué forma podéis crear arcoiris en casa (hacer una lluvia de ideas) y probar de hacerlo…
  12. Haced harina de mandarina. Es la época de las mandarinas y no sé en tu casa pero aquí se comen como rosquillas así que guardamos las pieles de las mandarinas para secarlas y convertirlas en una harina de mandarina que la utilizamos para jugar, ya sea como elemento de juego en la cocinita o como bandeja sensorial. Puedes ver cómo hacerlas en estos recursos sensoriales.
Seguro que con esto ya tienes donde empezar a disfrutar del otoño con tu familia de manera lúdica, divertida y respetuosa. Y no olvides que si a ti te ha inspirado, puede inspirar a mucha gente; así que: ¡COMPARTE! Gracias.
¡A disfrutar del otoño jugando!
Un abrazo grande,
Yessica
http://rejuega.com/juego-aprendizaje/juego-recursos-naturales/25-juegos-y-actividades-de-otono-para-compartir-en-familia/

ENTREVISTA | ALLEN FRANCES “Convertimos problemas cotidianos en trastornos mentales”


Catedrático emérito de la Universidad de Duke, dirigió la considerada 'biblia' de los psiquiatras



Allen Frances, el pasado septiembre en Barcelona. Ampliar foto
Allen Frances, el pasado septiembre en Barcelona. JUAN BARBOSA

Allen Frances (Nueva York, 1942) dirigió durante años el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM), en el que se definen y describen las diferentes patologías mentales. Este manual, considerado la biblia de los psiquiatras, es revisado periódicamente para adaptarlo a los avances del conocimiento científico. El doctor Frances dirigió el equipo que redactó el DSM IV, a la que siguió una quinta revisión que amplió considerablemente el número de entidades patológicas. En su libro ¿Somos todos enfermos mentales? (Ariel, 2014) hace autocrítica y cuestiona que el considerado como principal referente académico de la psiquiatría colabore en la creciente medicalización de la vida.
Pregunta. En el libro entona un mea culpa, pero aún es más duro con el trabajo de sus colegas en el DSM V. ¿Por qué?
Respuesta. Nosotros fuimos muy conservadores y solo introdujimos dos de los 94 nuevos trastornos mentales que se habían sugerido. Al acabar, nos felicitamos, convencidos de que habíamos hecho un buen trabajo. Pero el DSM IVresultó ser un dique demasiado endeble para frenar el empuje agresivo y diabólicamente astuto de las empresas farmacéuticas para introducir nuevas entidades patológicas. No supimos anticiparnos al poder de las farmacéuticas para hacer creer a médicos, padres y pacientes que el trastorno psiquiátrico es algo muy común y de fácil solución. El resultado ha sido una inflación diagnóstica que produce mucho daño, especialmente en psiquiatría infantil. Ahora, la ampliación de síndromes y patologías en el DSM V va a convertir la actual inflación diagnóstica en hiperinflación.
P. ¿Todos vamos a ser considerados enfermos mentales?
R. Algo así. Hace seis años coincidí con amigos y colegas que habían participado en la última revisión y les vi tan entusiasmados que no pude por menos que recurrir a la ironía: habéis ampliado tanto la lista de patologías, les dije, que yo mismo me reconozco en muchos de esos trastornos. Con frecuencia me olvido de las cosas, de modo que seguramente tengo una predemencia; de cuando en cuando como mucho, así que probablemente tengo el síndrome del comedor compulsivo, y puesto que al morir mi mujer, la tristeza me duró más de una semana y aún me duele, debo haber caído en una depresión. Es absurdo. Hemos creado un sistema diagnóstico que convierte problemas cotidianos y normales de la vida en trastornos mentales.
P. Con la colaboración de la industria farmacéutica...

No supimos anticiparnos al poder de las farmacéuticas para crear nuevas enfermedades

R. Por supuesto. Gracias a que se les permitió hacer publicidad de sus productos, las farmacéuticas están engañando al público haciendo creer que los problemas se resuelven con píldoras. Pero no es así. Los fármacos son necesarios y muy útiles en trastornos mentales severos y persistentes, que provocan una gran discapacidad. Pero no ayudan en los problemas cotidianos, más bien al contrario: el exceso de medicación causa más daños que beneficios. No existe el tratamiento mágico contra el malestar.
P. ¿Qué propone para frenar esta tendencia?
R. Controlar mejor a la industria y educar de nuevo a los médicos y a la sociedad, que acepta de forma muy acrítica las facilidades que se le ofrecen para medicarse, lo que está provocando además la aparición de un mercado clandestino de fármacos psiquiátricos muy peligroso. En mi país, el 30% de los estudiantes universitarios y el 10% de los de secundaria compran fármacos en el mercado ilegal. Hay un tipo de narcóticos que crean mucha adicción y pueden dar lugar a casos de sobredosis y muerte. En estos momentos hay ya más muertes por abuso de medicamentos que por consumo de drogas.
P. En 2009, un estudio realizado en Holanda encontró que el 34% de los niños de entre 5 y 15 años eran tratados de hiperactividad y déficit de atención. ¿Es creíble que uno de cada tres niños sea hiperactivo?
R. Claro que no. La incidencia real está en torno al 2%-3% de la población infantil y sin embargo, en EE UU están diagnosticados como tal el 11% de los niños y en el caso de los adolescentes varones, el 20%, y la mitad son tratados con fármacos. Otro dato sorprendente: entre los niños en tratamiento, hay más de 10.000 que tienen ¡menos de tres años! Eso es algo salvaje, despiadado. Los mejores expertos, aquellos que honestamente han ayudado a definir la patología, están horrorizados. Se ha perdido el control.
P. ¿Y hay tanto síndrome de Asperger como indican las estadísticas sobre tratamientos psiquiátricos?
R. Ese fue uno de los dos nuevos trastornos que incorporamos en el DSM IV y al poco tiempo el diagnóstico de autismo se triplicó. Lo mismo ocurrió con la hiperactividad. Nosotros calculamos que con los nuevos criterios, los diagnósticos aumentarían en un 15%, pero se produjo un cambio brusco a partir de 1997, cuando las farmacéuticas lanzaron al mercado fármacos nuevos y muy caros y además pudieron hacer publicidad. El diagnóstico se multiplicó por 40.
P. La influencia de las farmacéuticas es evidente, pero un psiquiatra difícilmente prescribirá psicoestimulantes a un niño sin unos padres angustiados que corren a su consulta porque el profesor les ha dicho que el niño no progresa adecuadamente, y temen que pierda oportunidades de competir en la vida. ¿Hasta qué punto influyen estos factores culturales?

Los seres humanos hemos sobrevivido millones de años gracias a la capacidad de afrontar la adversidad

R. Sobre esto he de decir tres cosas. Primero, no hay evidencia a largo plazo de que la medicación contribuya a mejorar los resultados escolares. A corto plazo, puede calmar al niño, incluso ayudar a que se centre mejor en sus tareas. Pero a largo plazo no ha demostrado esos beneficios. Segundo: estamos haciendo un experimento a gran escala con estos niños, porque no sabemos qué efectos adversos pueden tener con el tiempo esos fármacos. Igual que no se nos ocurre recetar testosterona a un niño para que rinda más en el fútbol, tampoco tiene sentido tratar de mejorar el rendimiento escolar con fármacos. Tercero: tenemos que aceptar que hay diferencias entre los niños y que no todos caben en un molde de normalidad que cada vez hacemos más estrecho. Es muy importante que los padres protejan a sus hijos, pero del exceso de medicación.
P. ¿En la medicalización de la vida, no influye también la cultura hedonista que busca el bienestar a cualquier precio?
R. Los seres humanos somos criaturas muy resilientes. Hemos sobrevivido millones de años gracias a esta capacidad para afrontar la adversidad y sobreponernos a ella. Ahora mismo, en Irak o en Siria, la vida puede ser un infierno. Y sin embargo, la gente lucha por sobrevivir. Si vivimos inmersos en una cultura que echa mano de las pastillas ante cualquier problema, se reducirá nuestra capacidad de afrontar el estrés y también la seguridad en nosotros mismos. Si este comportamiento se generaliza, la sociedad entera se debilitará frente a la adversidad. Además, cuando tratamos un proceso banal como si fuera una enfermedad, disminuimos la dignidad de quienes verdaderamente la sufren.
P. Y ser etiquetado como alguien que sufre un trastorno mental, ¿no tiene también consecuencias?
R. Muchas, y de hecho cada semana recibo correos de padres cuyos hijos han sido diagnosticados de un trastorno mental y están desesperados por el perjuicio que les causa la etiqueta. Es muy fácil hacer un diagnóstico erróneo, pero muy difícil revertir los daños que ello conlleva. Tanto en lo social como por los efectos adversos que puede tener el tratamiento. Afortunadamente, está creciendo una corriente crítica con estas prácticas. El próximo paso es concienciar a la gente de que demasiada medicina es mala para la salud.
P. No va a ser fácil…


R. Cierto, pero el cambio cultural es posible. Tenemos un magnífico ejemplo: hace 25 años, en EE UU el 65% de la población fumaba. Ahora, lo hace menos del 20%. Es uno de los mayores avances en salud de la historia reciente, y se ha conseguido por un cambio cultural. Las tabacaleras gastaban enormes sumas de dinero en desinformar. Lo mismo que ocurre ahora con ciertos medicamentos psiquiátricos. Costó mucho hacer prosperar la evidencia científica sobre el tabaco, pero cuando se consiguió, el cambio fue muy rápido.
P. En los últimos años las autoridades sanitarias han tomado medidas para reducir la presión de los laboratorios sobre los médicos. Pero ahora se han dado cuenta de que pueden influir sobre el médico generando demanda en el paciente.
R. Hay estudios que demuestran que cuando un paciente pide un medicamento, hay 20 veces más posibilidades de que se lo prescriban que si se deja simplemente a decisión del médico. En Australia, algunos laboratorios requerían para el puesto de visitador médico a personas muy agraciadas, porque habían comprobado que los guapos entraban con más facilidad en las consultas. Hasta ese punto hemos llegado. Ahora hemos de trabajar para lograr un cambio de actitud en la gente.
P. ¿En qué sentido?
R. Que en vez de ir al médico en busca de la píldora mágica para cualquier cosa, tengamos una actitud más precavida. Que lo normal sea que el paciente interrogue al médico cada vez que le receta algo. Preguntar por qué se lo prescribe, qué beneficios aporta, qué efectos adversos tendrá, si hay otras alternativas. Si el paciente muestra una actitud resistente, es más probable que los fármacos que le receten estén justificados.
P. Y también tendrán que cambiar hábitos.
R. Sí, y déjeme decirle un problema que he observado. ¡Tienen que cambiar los hábitos de sueño! Sufren ustedes una falta grave de sueño y eso provoca ansiedad e irritabilidad. Cenar a las 10 de la noche e ir a dormir a las 12 o la una tenía sentido cuando hacían la siesta. El cerebro elimina toxinas por la noche. La gente que duerme poco tiene problemas, tanto físicos como psíquicos. 

https://elpais.com/sociedad/2014/09/26/actualidad/1411730295_336861.html?id_externo_rsoc=FB_CM%3Fid_externo_rsoc%3DFB_CM